PALERMO
La ciudad se encuentra situada
en la orilla de la Cuenca de Oro, sobre el mar Tirreno, en
el amplio golfo de Palermo dominada por el monte Pellegrino
(sobre el cual surge el santuario de Santa Rosalia, meta anual
de peregrinaje popular entre los días 3-4 de septiembre)
El eje viario de la Palermo histórica
está constituído por Cassaro (del árabe,
castillo), el actual corso V Emanuele ( via Toledo), que transcurre
desde Porta Felice hasta Porta Nova, sobre la colina, confluyendo
perpendicularmente en la pequ eña plaza denominada
“Quattro Canti” (piazza Vigliena), la otra gran
arteria ciudadana via Maqueda, que desde puerta Sant'Antonino
desemboca en porta Maqueda. El cruce de las dos vías
principales señalaba el núcleo de la ciudad
antigua, en torno a la cual se desarrolló en el curso
de los siglos la ciudad árabe-normanda y española.
Bajo los Borbones la ciudad se amplió más allá
de sus antiguas murallas, en dirección a Monreale,
más allá de Cassaro.
Palermo es patria de poetas y escritores (Giovanni Meli, Giuseppe
Tomasi di Lampedusa),de arquitectos (G. Amato, i Basile),
escultores y estucadores (Gagini, Procopio e G. Serpotta),
así como músicos (A. Scarlatti, E. Petrella),
patriotas, científicos y hombres políticos,
filósofos y estudiosos de historia.
A pesar del nombre griego Pánormos,
la ciudad era en origen un asentamiento fenicio y posteriormente
cartaginés, gracias al óptimo puerto, se convirtió
en la más potente plaza fuerte de Sicilia. Salvo por
la temporal conquista de Pirro (276 a.C.), la ciudad quedó
en manos Cartaginesas hasta el 254-253 a.C., cuando fue absorvida
por los Romanos. Tuvo por tanto un estatuto de civitas libera
et immunis y fue declarada colonia por Augusto en torno al
20 a.C. manteniéndose como tal durante el imperio de
Vespasiano y Adriano.
El cristianismo llegó de África, probablemente
en sus albores, el primer obispo del cual tenemos noticias
ciertas fue, Mamiliano, perteneciente al siglo V.
Desde el siglo V se sucedieron las conquistas y cesiones;
los Vándalos de Genserico, Odoacre (476), los Ostrogodos
(493), Belisario (535), y Tótila (549), por efecto
de las decisivas victorias de Narsete la ciudad volvió
poco a poco (552) a los Bizantinos que introdujeron sus instituciones
y favorecieron el renacimiento de la ciudad. En el 831, después
de un asedio que duró meses, fue ocupada por los Árabes
que instauraron una dominación destinada a durar casi
dos siglos y medio.
Los musulmanes dejaron signos indelebles de su civilización
en las estructuras político-sociales, en la forma de
vestir, en el aspecto de la ciudad. En torno a la mitad del
siglo X fue capital del emirato independiente de los Banu
Kalb convirtiéndose en una metrópolis de 200.000
habitantes donde florecieron industrias y comercios, mezquitas,
palacios y jardines. En esta fase, el centro de la religión
cristiana, con el episcopado, se transfirió a Monreal.
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